
En Viaje a la semilla, una vieja mansión colonial cubana es demolida ante los ojos de un viejo negro que interviene con su magia y provoca la repetición revertida de toda la vida de Don Marcial, Marqués de Capellanías. En el espacio de una noche, el marqués se sobrepondrá a su muerte, pasará con disgusto por su extremaunción, por su última experiencia sexual, por la liquidación de sus bienes, por la muerte de su esposa, por el recuentro con ésta, por su boda, su soltería, sus juergas juveniles, sus carnavales de adolescentes, su primer amor, por la muerte de su padre, por la vuelta a la escuela con el consiguiente olvido de todo lo aprendido, por los primeros juegos con el calesero negro, por su relación fraternal con los perros de la casa, para finalmente deslizarse en el último segundo de su vida en el vientre de su madre, a quien devuelve a la vida.
Son pasajes intensísimos en el que el tiempo revertido se estabiliza intermitente y fugazmente para narrar momentos importantes o pintorescos de la vída de Don Marcial. En ellos, Carpentier plantea la vuelta a la semilla como una progresiva liberación de las fórmulas y convenciones sociales (personificada por notarios, padres autoritarios, contratos matrimoniales, liquidaciones de herencia, escuelas, curas…) por un conocimiento y un placer más institintivo y telúrico personificado por la naturaleza, las negras danzantes, los carnavales, el deseo carnal y la vuelta al estado animal.
Se trata de un cuento rico en vocabulario, en significados ( a veces explícito, pero las más de las veces sugerido o equívoco), en colores y sensaciones que, tras varias lecturas, permite un disfrute más intenso y múltiple.
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