Leímos a Onetti y ninguno de sus cuatro cuentos nos dejó
indiferentes. El favor de nuestros lectores se repartió entre el brevísimo y
contundente “El cerdito” y el absurdo, ligeramente cómico y triste “Presencia”.
“Luna llena” fue tildado de cruel y misógino y “El infierno tan temido”, por su
complejidad narrativa, resulto de difícil comprensión para algunos.
"El cerdito" es un relato hiper-breve de una efectividad y una
crudeza desestabilizadora: contrapone a la afectividad y generosidad de una
vieja señora que ha perdido a su nieto a la codicia salvaje de unos pequeños
granujas. "Luna llena" describe el estado anímico de sopor y derrota física que
siente una mujer recién llegada a los cincuenta con los temas recurrentes de
los personajes de Onetti: el fracaso, la venalidad de las relaciones amorosas,
el deseo, la vejez y la muerte.
"Presencia" es una
originalísima historia de impostura entre personajes que se mienten y se
engañan: un exiliado sanmariano refugiado en Madrid y un detective español alcohólico y
farsante. Se trata de un relato que tiene como fondo el drama de los
desaparecidos bajo la dictadura uruguaya.
Y dejamos para el final el que quizá sea el mejor o uno de
los mejores cuentos de Onetti, por el tratamiento formal de la historia, por el
uso del lenguaje y la vuelta de tuerca que imprime al eterno tema de la fuerza
destructiva del amor en sus diferentes expresiones como son el desamor, la
infidelidad, el odio y la venganza. Un historia que, como bien dijo uno de los
lectores, va "empantanando” a su protagonista con ese realismo sórdido de
las historias de Onetti, melancólico, retorcido, nihilista y ambiguo. Es una
historia llena de suposiciones e intuiciones que obliga al lector a permanecer
atento y en guardia.
Todos ellos son relatos de gran factura tanto en el fondo
como en la forma y en todos se muestra ese tratamiento marcadamente
compasivo que el autor tiene por sus personajes: solitarios, imperfectos,
mentirosos, lascivos y perplejos pero, al fin y al cabo, todos hijos de
Onetti y el autor no los salva pero los trata con una inmensa piedad.