Cine Prado, de Elena Poniatowska, es un breve homenaje al
cine. Se trata de la carta que un espectador mexicano escribe a la actriz
francesa Françoise Arnoul, de cuya persona y películas es un ferviente
admirador. En ella, el protagonista, ofendido, desea desertar de la lista de sus admiradores,
y le hace un sin número de reproches a la actriz, como si de un amante
despechado se tratara.
El hombre, desde el día que la descubrió en la pantalla,
unió su destino al de ella, rompiendo su íntima soledad a la vez que lo
iniciaba en un estado de continuo sufrimiento, de angustia y frustración. Esta
obsesión por la actriz le provoca una confusión patológica entre ficción
cinematográfica y realidad, entre los personajes fogosamente interpretados por la actriz, por
exigencias del texto, y su verdadera naturaleza.
En el ecuador del relato, conocemos de la existencia de la
mujer del protagonista, quien lo acompaña de buena fe, con la esperanza de
romper el encanto que la pasional actriz produce en su marido, pero que, al
cabo de los años, acaba por burlarse de su rival del séptimo arte y ahondar en
la herida de su romántico y esquizofrénico marido. Un marido que, dicho sea de
paso, recrimina a su amor platónico el excesivo ardor de sus escenas amorosas,
su entrega sensual, su verbo descarado, las infames transparencias de su ropa
interior y sus descarados contoneos.
Todo ello contado con el humor y la retórica que puede tener
el relato epistolar costumbrista de la
escritora y periodista mexicana. A muchos de los lectores esta historia les
hizo recordar La rosa púrpura de El Cairo (1985) de Woody Allen o El jeque
blanco (1951) de Federico Fellini.
El segundo texto que comentamos fue La novela experimental,
de Carme Riera. La historia narra la
conversación de un escritor en ciernes que
no llega a desprenderse del estado de promesa literaria, con
Clemencia, mujer madura que ejerce la prostitución en un club.
La mayor parte del relato está escrito en estilo directo,
expresado en la verborrea apabullante del protagonista o en un breve diálogo
interior del mismo. Daviu abruma a la aburrida Clemen enumerando las excelencias
de fondo y forma de su último proyecto literario. El cuento acaba con la confesión a Clemen de una esperpéntica
aparición que el frustrado escritor ha tenido dos días antes, gracias a la cual espera
conseguir la inspiración necesaria para concretar su proyecto de novela
experimental.
Sobra decir que el relato es una sátira del escritor
moderno, con todos sus defectos: indolencia, incostancia, envidia,
desconfianza, vanidad, megalomanía…
El largo discurso de Daviu, antiguo sacerdote misionero hoy
funcionario de correos y asiduo al club de Clemen, va repasando, una a una, todas
las peculiaridades innovadoras de su proyecto literarario: será una novela
instantánea, concreta; reunirá todos los géneros en uno; será pura palabra creadora,
sin artificios; sin márgenes. Las líneas crearán ideogramas. Tendrá sonidos,
olores. Potenciará la imaginativa del lector. Será excitante, léase,
masturbatoria. Su protagonista será un funcionario de correos con veleidades
literarias…En definitiva, “un bombazo”, según Daviu.